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La economía de las múltiples inteligencias

La economía naranja o economía creativa tiene sus inicios al comienzo del siglo XXI. En el año 2001, John Hawkins introdujo el término de industria creativa en el mundo económico, definiéndola como una economía que tiene como eje central la generación de ideas. En América Latina, el concepto se ha desarrollado a través de publicaciones como el libro: “La Economía Naranja: una oportunidad infinita” lanzado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y sus dos autores: Iván Duque, presidente de Colombia y Felipe Buitrago, su actual consejero económico.

Buitrago y Duque definen la economía naranja en su libro como “el conjunto de actividades que, de manera encadenada, permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”. De esta forma, el término permite la formalización de muchas aristas del sector cultural, que, si bien siempre han hecho parte de la economía y producción de un país, no tenían una estructuración para su medición y análisis de crecimiento.

Conocida como la cuarta revolución industrial, esta vertiente es una apuesta para la inclusión de todos los contenidos de la cultura y la creatividad, teniendo en cuenta diferentes actividades como: la música, el arte, el cine, la innovación tecnológica, los videojuegos, entre otros. A nivel general, hace énfasis en aquellas actividades que desarrollan la creatividad y que le generan valor y desarrollo económico a este sector.

El auge de la industria naranja es una realidad, según cifras del BID, el 6,1% de la economía mundial depende de ésta, reportando 4,3 billones de dólares y, en América Latina y el Caribe, este dato es cercano a los 175.000 millones de dólares. Además, presentó un crecimiento del 134% entre el 2002 y 2011. La magnitud de este crecimiento se debe al valor agregado que se le otorga a la propiedad intelectual y a las ideas, cuyo desarrollo establece escenarios en los cuales se pueden interconectar diferentes ciencias y actores, incluyendo aspectos como los estudios de mercado, la estética, los productos, los consumidores, la innovación y la transformación de dispositivos electrónicos. Por lo tanto, la creatividad genera este valor e innovación a la funcionalidad de bienes y servicios ya establecidos.

Iván Duque, promotor de esta economía naranja, resaltó en su campaña electoral, al igual que en su paso por el BID, la importancia de esta industria creativa para lograr crecimiento y desarrollo económico. El presidente cree en la posibilidad de que la transformación de la creatividad y las ideas brinde una línea paralela para la creación de pequeñas y medianas empresas, que permita la promoción de la cultura y el deporte; aunado a un desarrollo de nuevas tecnologías.

Ciertamente, la economía naranja puede estar inmiscuida en todos los sectores económicos, donde la necesidad de fomentar cambios en las tecnologías y estructuras para aumentar la competitividad son los principales escenarios en los cuales se consolidan la creatividad e innovación.

En Colombia la priorización de esta industria cada vez se introduce más en la agenda de los sectores comercial, financiero, industrial y tecnológico. Los Ministerios de Cultura, CIT (Comercio, Industria y Turismo) y TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), son los encargados de la promoción de esta industria. Si bien es una ardua tarea, en el PND se encuentran algunas estrategias de trabajo conjunto entre estos ministerios para lograr estructurar las bases de esta nueva iniciativa económica en la agenda pública del país. Dentro de estas se destacan la creación de Áreas de Desarrollo Naranja (ADN) y del Viceministerio de Economía Naranja dentro del MinCultura.

La transición hacia este nuevo modelo industrial es el principal reto de aquellos quienes la promueven. El sector público debe ser quién impulse cambios en los sectores tradicionales para lograr la conexión con la industria creativa y alcanzar, con esta fusión, la oportunidad de imponerse en los mercados, la generación de riquezas y crecimiento económico y el fomento de una mejor prestación de bienes y servicios a partir del valor agregado que genera. En la juventud y las últimas generaciones recae la tarea de adoptar los escenarios que traen consigo la estimulación de las ideas y la propiedad intelectual, así como la constante transformación de los productos generados.